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Gualtallary, el diamante vinícola de Argentina
Alejando Vilgil y Javier Brichetto son los embajadores de la fría región de Mendoza que produce asombrosos caldos.
Gualtallary se ha convertido en una palabra mágica entre los amantes del vino. Está en el distrito de Tupungato, un departamento de Mendoza, uno de los tres del valle de Uco, y es una de las regiones vinícolas más prometedoras y enigmáticas de Argentina. En Madrid Fusión Alimentos de España desvelaron algunos de sus secretos Alejando Vilgil, enólogo de la bodega Catena Zapata, y Javier Brichetto, chef del restaurante Piantao de Madrid y uno de los reyes de la parrilla argentina en España. Brichetto es el embajador de la carne argentina en nuestro país y Vigil el artífice de los dos primeros vinos americanos con los cien puntos Parker. «La alianza de vinos y gastronomía tiene mucho que desarrollar en Argentina», creen ambos, que invitan a visitar su tierra y a disfrutar de sus vinos y sus carnes.
«Hacer vino es mi vida», decía Vilgil, conocido como el Maradona de los vinos argentinos, dispuesto a volver rápidamente a su país para cuidar de su uvas, víctimas de una helada, en un territorio donde se cultivan vides entre los 800 y los 2.000 metros.
«Nuestro primer trabajo es transferir paisaje en la botella de vino y lo mismo hay que hacer con los alimentos, que como los vinos, son de terruño», propone Vigil. «No podría hacer vino en Estados Unidos o en España, hago vino en Mendoza, que es lo que siento, y lo mismo pasa con lo alimentos», agregó el enólogo, creador del vino llamado El Enemigo. «Me gusta o no me gusta. Es lo que se puede y se decir de un vino. Da igual luego que Parker te puntúe con cien puntos. Hay que buscar la identidad al margen de la crítica», asegura.
«Nuestros cocineros miran el 'terroir' y sus productos han de ligarse a la tierra, como el vino. Estamos construyendo una gastronomía autóctona y esperamos que sea tan singular como la de México o Perú», dijo Brichetto.
Secreto en la altura
Gualtallary, cercano a la frontera con Chile, es uno de los puntos más elevados de la Argentina. Acoge al volcán Tupungato, de 6.800 metros, y la altura es una de las razones por las que está en boca de todos los amantes del vino. En su planicie se plantaron en 1992 los primeros viñedos de la región. Lo hizo Nicolás Catena, quien buscaba una zona fría en Mendoza para elaborar vinos de un nuevo perfil. Los viñedos Adrianna fructificaron en 1995, confirmando la intuición de Catena de que «donde crezcan los cerezos la vid tiene una oportunidad».
En los últimos 20 años Gualtallary ha pasado de ser un secreto a un secreto a voces para los amantes del vino. Hoy cuenta con casi 2.500 hectáreas de viñedos de las que la mitad son de uva malbec, y el resto se reparte entre cabernet sauvignon, chardonnay y pinot noir.
«Hacer vino es mi vida», decía Vilgil, conocido como el Maradona de los vinos argentinos, dispuesto a volver rápidamente a su país para cuidar de su uvas, víctimas de una helada, en un territorio donde se cultivan vides entre los 800 y los 2.000 metros.
«Nuestro primer trabajo es transferir paisaje en la botella de vino y lo mismo hay que hacer con los alimentos, que como los vinos, son de terruño», propone Vigil. «No podría hacer vino en Estados Unidos o en España, hago vino en Mendoza, que es lo que siento, y lo mismo pasa con lo alimentos», agregó el enólogo, creador del vino llamado El Enemigo. «Me gusta o no me gusta. Es lo que se puede y se decir de un vino. Da igual luego que Parker te puntúe con cien puntos. Hay que buscar la identidad al margen de la crítica», asegura.
«Nuestros cocineros miran el 'terroir' y sus productos han de ligarse a la tierra, como el vino. Estamos construyendo una gastronomía autóctona y esperamos que sea tan singular como la de México o Perú», dijo Brichetto.
Secreto en la altura
Gualtallary, cercano a la frontera con Chile, es uno de los puntos más elevados de la Argentina. Acoge al volcán Tupungato, de 6.800 metros, y la altura es una de las razones por las que está en boca de todos los amantes del vino. En su planicie se plantaron en 1992 los primeros viñedos de la región. Lo hizo Nicolás Catena, quien buscaba una zona fría en Mendoza para elaborar vinos de un nuevo perfil. Los viñedos Adrianna fructificaron en 1995, confirmando la intuición de Catena de que «donde crezcan los cerezos la vid tiene una oportunidad».
En los últimos 20 años Gualtallary ha pasado de ser un secreto a un secreto a voces para los amantes del vino. Hoy cuenta con casi 2.500 hectáreas de viñedos de las que la mitad son de uva malbec, y el resto se reparte entre cabernet sauvignon, chardonnay y pinot noir.