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Vinos innovadores que nos devuelven al pasado y elaboraciones radicales que hablan de territorio
La tarde del miércoles en The Wine Edition Wines from Spain ha estado marcada por la vuelta al origen, el valor de la tradición y las elaboraciones unidas a sus raíces en busca de la máxima expresión del terroir. La agenda vespertina ha comenzado con un cartel insuperable: María José López de Heredia (Viña Tondonia), Sara Pérez (Mas Martinet), Carlos Miguel Cerdán (Bodegas Cerrón) y Pilar Salillas (Lagravera), cuatro elaboradores que apuestan por el origen de los vinos mediante el conocimiento de las variedades ancestrales, el reconocimiento de la tierra, los métodos de cultivo y las técnicas de elaboración antiguas.
En una mesa redonda conducida por Almudena Alberca MW, estos pequeños grandes elaboradores han tratado de descubrir cómo el factor tiempo ha hecho cambiar los vinos, llegando a su origen a partir de los matices que hoy presentan. Lo han hecho a través de una interesantísima cata de algunos de sus vinos más representativos.
“Según la RAE, innovar es alterar algo introduciendo novedades, pero también es volver esa misma cosa a su estado anterior”, comenzaba Alberca. Eso es lo que hacen estos productores, recuperar variedades olvidadas para que en el futuro vuelvan a formar parte de la región y de nuestra historia.
“Yo no creo que hayamos innovado nada. Si algo he descubierto con la filosofía familiar es que no hemos destruido tanto como pensamos”, ha dicho López de Heredia. “La historia simplemente se repite, innovador no hay nadie, porque nuevo es nada y es todo. Lo único innovador que hizo mi abuelo fue comprar una viña siguiendo el consejo de los franceses, después todo es trabajar, observar... Puede que eso ahora sí que sea innovador porque muy pocos lo hacen”.
“En nuestro caso, el título de esta ponencia sería conservar para innovar”, puntualizaba Cerdán con respecto a su proyecto vitivinícola en Jumilla. “Nuestra filosofía pasa por recuperar el patrimonio natural que nos rodea y trabajarlo con la mínima intervención para cerrar el círculo y ser autosuficientes. Es un proyecto integral y un proyecto familiar de vida que pretende, en primer lugar, conservar los vinos que hacía mi abuelo, más frescos y marcados por la zona”.
“Solo cuando estuve en paz con mis generaciones pasadas empecé a pensar qué vinos quería hacer yo realmente, y ahí es cuando innové, según la acepción del diccionario de recuperar algo que ya existía, y en el año 95 volví a hacer vino rancio en Priorat”, explicaba Sara Pérez. Desde Mas Martinet elabora estos vinos oxidados con madres de más de 100 años, en barricas viejas que encuentra gracias a los vecinos de la zona, con el objetivo de traer del pasado una tradición que, según la elaboradora, merece la pena ser conservada. “El rancio es un vino que se dejó de hacer porque nuestro ritmo de vida no nos deja espacio ni tiempo, ni para elaborarlo ni para beberlo”. Sin embargo, añadía, “cada casa tiene su propio estilo de rancio, lo que aporta una diversidad cultural muy enriquecedora en estos tiempos”.
Vinos libres y auténticos
Para cerrar las ponencias del último día de Madrid Fusión The Wine Edition 2022, Federico Oldenburg ha contado con la presencia de algunos de los productores más rebeldes de su Salón de Vinos Radicales. “No son vinos radicales por rebeldes, que también, sino por la parte de raíz, de arraigo; son vinos fieles a un origen y a una tradición”, ha matizado el periodista.
En una puesta en valor los vinos auténticos de pequeñas bodegas y las elaboraciones fuera de lo común, el periodista y escritor del vino ha reunido a cinco de estos ‘últimos mohicanos’ de la viticultura: Alfredo Arribas de Clos del Portal (Priorat), Josep María Pujol-Busquets de Alta Alella (Alella), Garikoitz Ríos de Itsasmendi (Bizkaiko Txakolina), Bertrand Soirdais de Antídoto (Ribera del Duero), Alicia Videal de Pagos de Villavendimia (Castilla y León).
Una cata ‘del revés’ con vinos diferentes, naturales y no, pequeñas joyas añejas y referencias nunca antes catadas, que tenía como objetivo demostrar que no hay ningún orden establecido en el disfrute del vino. Una garnacha de La Seca, un cava natural de viticultura orgánica y base de uva autóctona, un Pedro Ximénez del Priorat con una breve crianza biológica bajo velo de flor, y un txakolí de larga crianza. Vinos ancestrales, desnudos, paisajes embotellados, que responden a criterios muy personales y a filosofías de elaboración muy diferentes, pero que hablan sin filtros de procedencia y linaje, siempre desde el máximo respeto a la naturaleza.
En una mesa redonda conducida por Almudena Alberca MW, estos pequeños grandes elaboradores han tratado de descubrir cómo el factor tiempo ha hecho cambiar los vinos, llegando a su origen a partir de los matices que hoy presentan. Lo han hecho a través de una interesantísima cata de algunos de sus vinos más representativos.
“Según la RAE, innovar es alterar algo introduciendo novedades, pero también es volver esa misma cosa a su estado anterior”, comenzaba Alberca. Eso es lo que hacen estos productores, recuperar variedades olvidadas para que en el futuro vuelvan a formar parte de la región y de nuestra historia.
“Yo no creo que hayamos innovado nada. Si algo he descubierto con la filosofía familiar es que no hemos destruido tanto como pensamos”, ha dicho López de Heredia. “La historia simplemente se repite, innovador no hay nadie, porque nuevo es nada y es todo. Lo único innovador que hizo mi abuelo fue comprar una viña siguiendo el consejo de los franceses, después todo es trabajar, observar... Puede que eso ahora sí que sea innovador porque muy pocos lo hacen”.
“En nuestro caso, el título de esta ponencia sería conservar para innovar”, puntualizaba Cerdán con respecto a su proyecto vitivinícola en Jumilla. “Nuestra filosofía pasa por recuperar el patrimonio natural que nos rodea y trabajarlo con la mínima intervención para cerrar el círculo y ser autosuficientes. Es un proyecto integral y un proyecto familiar de vida que pretende, en primer lugar, conservar los vinos que hacía mi abuelo, más frescos y marcados por la zona”.
“Solo cuando estuve en paz con mis generaciones pasadas empecé a pensar qué vinos quería hacer yo realmente, y ahí es cuando innové, según la acepción del diccionario de recuperar algo que ya existía, y en el año 95 volví a hacer vino rancio en Priorat”, explicaba Sara Pérez. Desde Mas Martinet elabora estos vinos oxidados con madres de más de 100 años, en barricas viejas que encuentra gracias a los vecinos de la zona, con el objetivo de traer del pasado una tradición que, según la elaboradora, merece la pena ser conservada. “El rancio es un vino que se dejó de hacer porque nuestro ritmo de vida no nos deja espacio ni tiempo, ni para elaborarlo ni para beberlo”. Sin embargo, añadía, “cada casa tiene su propio estilo de rancio, lo que aporta una diversidad cultural muy enriquecedora en estos tiempos”.
Vinos libres y auténticos
Para cerrar las ponencias del último día de Madrid Fusión The Wine Edition 2022, Federico Oldenburg ha contado con la presencia de algunos de los productores más rebeldes de su Salón de Vinos Radicales. “No son vinos radicales por rebeldes, que también, sino por la parte de raíz, de arraigo; son vinos fieles a un origen y a una tradición”, ha matizado el periodista.
En una puesta en valor los vinos auténticos de pequeñas bodegas y las elaboraciones fuera de lo común, el periodista y escritor del vino ha reunido a cinco de estos ‘últimos mohicanos’ de la viticultura: Alfredo Arribas de Clos del Portal (Priorat), Josep María Pujol-Busquets de Alta Alella (Alella), Garikoitz Ríos de Itsasmendi (Bizkaiko Txakolina), Bertrand Soirdais de Antídoto (Ribera del Duero), Alicia Videal de Pagos de Villavendimia (Castilla y León).
Una cata ‘del revés’ con vinos diferentes, naturales y no, pequeñas joyas añejas y referencias nunca antes catadas, que tenía como objetivo demostrar que no hay ningún orden establecido en el disfrute del vino. Una garnacha de La Seca, un cava natural de viticultura orgánica y base de uva autóctona, un Pedro Ximénez del Priorat con una breve crianza biológica bajo velo de flor, y un txakolí de larga crianza. Vinos ancestrales, desnudos, paisajes embotellados, que responden a criterios muy personales y a filosofías de elaboración muy diferentes, pero que hablan sin filtros de procedencia y linaje, siempre desde el máximo respeto a la naturaleza.